Subestimamos el alcance de la mentira en la sociedad y lo habitual que es. Desgraciadamente, la mentira es la regla en ciertas profesiones, y este mal hábito contamina todos los niveles de la sociedad, hasta hacerla infernal.
La mentira, pecado original
La mentira es peligrosa sobre todo porque es un mal inofensivo y fácilmente accesible. Cuando somos niños, mentir parece muy obvio, pero cuanto más crecemos, más nos enseña el mundo de los adultos que hay una zona gris entre la verdad y la mentira, y se hace difícil discernir los contornos claros de estas dos ideas. Por eso es mucho más fácil mentir, a veces sin darnos cuenta.
Mentir reduce nuestro nivel de conciencia
Puede que te hayas dado cuenta de que cuando mientes, pierdes energía, una parte de ti se escapa. Cuando adquieres el hábito de mentir, no sientes esta descarga porque has bajado tu nivel de energía y la mentira te mantiene ahí. Cuando mientes con regularidad, debilitas tu aura, lo que anula las defensas que te protegen contra otros males.
La mentira es la puerta de entrada a otros vicios
Como mentir disminuye tu energía, te debilitas. Tu debilidad te hace más propenso a cometer otros pecados. Así que un mentiroso tiene más probabilidades de ser un estafador o un ladrón. Es como una reacción en cascada, un efecto dominó, cuya primera pieza suele ser la mentira.
La banalidad del mal
La mentira está en todas partes. Estamos inundados de mensajes engañosos, empezando por la publicidad a la que estamos constantemente expuestos. A fuerza de ello, perdemos toda noción de lo que es verdadero y lo que es falso. Ya no sabemos exactamente dónde está la verdad. Esta confusión refuerza nuestra inclinación a mentir: puesto que no puedo distinguir la verdad de la mentira, ¿cómo puedo estar seguro de que no estoy mintiendo?
Mentir aporta un beneficio inmediato
Hay, por así decirlo, dos formas de mentir: la mentira involuntaria, que es cuando decimos algo pensando que es verdad, y la mentira deliberada, que es la verdaderamente grave.
La mentira voluntaria es tentadora porque generalmente confiere un beneficio inmediato. Si mentimos, es para evitar cumplir con nuestro deber, hacer el trabajo o aceptar las consecuencias de nuestros actos. A primera vista, pues, mentir es beneficioso a corto plazo. Sin embargo, casi siempre tiene una contrapartida más perjudicial a largo plazo. Es nuestra falta de perspectiva temporal -en otras palabras, nuestra ignorancia- lo que nos hace mentir, mientras que una persona bien informada comprende que, por lo general, es mucho más beneficioso decir la verdad.
¿Qué perdemos generalmente cuando mentimos?
La autoestima
Lo primero que se pierde es la autoestima. La imagen que tienes de ti mismo a nivel inconsciente, es decir, tu honor, no tolera las malas acciones. Cuando mientes, tu honor desciende y cuanto más mientes, más indica tu cara que eres un mentiroso. Por otro lado, tu alma, que es tu dimensión más sutil y noble, desaprueba cualquier mala acción por tu parte. Si mientes, tu alma te lo hará sentir porque se sentirá mal en tu cuerpo, lo que creará disonancia y, por tanto, malestar por tu parte.
La confianza de los demás
Puedes engañar a alguien una vez, pero generalmente no puedes hacerlo una segunda vez. Si mientes, adquirirás mala reputación y esto repercutirá directamente en tus relaciones, que se basan sobre todo en la idea de confianza. Para crear un vínculo con personas de calidad, tú mismo tienes que convertirte o ser una persona de calidad. El problema es que cuando adquieres el hábito de mentir, poco a poco te rodeas de personas que tienen el mismo tipo de defectos que tú, es decir, defectos que tú toleras. Así que es esencial que te conviertas en una buena persona si no quieres encontrarte solo o mal acompañado.
El buen camino
Cuando mientes, te desvías del camino alto, el que te lleva a un gran destino. No hay atajos hacia la grandeza; cada prueba es necesaria para formarte de la mejor manera posible. Cuando mientes, te niegas a afrontar la verdad, te alejas de tu grandeza.
Tu potencial espiritual
Como ya hemos dicho, mentir es un pecado que te impide seguir el camino espiritual, que está esencialmente ligado a la búsqueda de la verdad. No hay posibilidad de evolución espiritual en la mentira. Si descubres a una autoridad espiritual o religiosa mintiendo, deja de escucharla inmediatamente porque te está llevando por el camino equivocado.